lunes, 2 de marzo de 2009

Un intento de psicología

El hombre cuando nace (o antes de nacer incluso) posee algo que llamaría Voluntad. No Voluntad Shopenhaueriana, sino más parecida al impulso sádico descripto por Freud, el poder de control. Eso, y la memoria (que, al no tener pasado, está en cero, reseteada). Al principio, la Voluntad es universal , es decir, no tiene límites (no es casual que Sócrates proclamara la vuelta al nacimiento).
Pero luego esa Voluntad, ese control del ser humano, descubre su propio límite. Y ahí se introduce en el ser humano el concepto de límite. Este concepto se deduce de dos maneras: por la voluntad coartada (quiero mover un objeto fuera de mi cuerpo y no puedo) y por los sentidos, especialmente el tacto, con el que sentimos superficies ajenas. Tampoco es casual que los sentidos hayan sido parte de las grandes controversias de la historia. Tanto los que los negaban (Platón, los estoicos, Descartes, Espinoza, Leibniz) como los que los apoyaban (Aristóteles, los epicureístas, Locke, Berkeley, Hume y Comte entre otros) han pensado en los sentidos y los han tomado como parte imprescindible de la filosofía. Todo esto sucede por el Shock que ocasiona en el hombre la limitación de la piel y de los sentidos.
Y a partir que transcurre el tiempo (el tiempo es complicado, es mejor dejarlo para otra ocasión) la memoria empieza a ser efectiva. Los sentidos nos hacen ver impresiones anárquicas, en las que la única división el el límite de nuestra voluntad. Y ahí se arma el segundo concepto del hombre (interior-exterior) ayudado por el concepto de límite, que funciona como axioma.
Y ahí es cuando los colores y las impresiones van tomando forma. Esto sucede porque eso que nosotros sentimos se va repitiendo, en forma de partón, y gracias a la memoria y a la Voluntad (que controla y maneja los conceptos de la memoria) se van creando los nuevos conceptos (ser humano, mujer, madre, perro, cara, seño) por medio de inferencias o de la Ley de Cierre de la Gestalt (que son prácticamente la misma cosa).

La cosa no termina ahí, pero es mejor tener las cosas claras.

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