martes, 25 de enero de 2011

Libros de la quincena

Esta vez empieza bien y termina mal. O más o menos.

Los cautivos, de Martín Kohan (4.5/5)
Excelente novela, sobre todo excelente primer capítulo (si Kohan me lee -no creo- le recomiendo que lo separe y lo publique como cuento). Debo confesar que le tenía recelo porque mi hermana había leído Ciencias Morales y no le había gustado. Toda la novela tiene que ver con el escritor argentino Echeverría, y las nociones de civilización y barbarie que se manejaban en la época (los gauchos y los indios eran los bárbaros). A veces brutal, a veces histórica, a veces Kafkiana y hasta erótica, muestra en sus dos partes, a personas cautivas, encerradas o perseguidas.

Ella, de Daniel Guebel (4/5)
Ya reseñé El perseguido de Guebel, y le puse el mismo puntaje. Voy a decir las razones: Ellaperdio la fuerte carga de delirio de El perseguido (punto en contra), pero a su vez perdió el chiste algo tonto que tenía la otra, y ganó en sutileza y textura. Si Guebel logra combinar el delirio con la maestría de la escritura de esta novela, va a lograr cosas muy grandes. Muy.

El cementerio de Praga, de Umberto Eco (2.5/5)
Debo decir que Eco me sorprendió para bien, aunque el puntaje sea bajo. Nunca lo había leído. La prosa no es buena, no tiene nada de poesía (ni siquiera de la poesía terrestre propia de la prosa). La historia es compleja pero no juega en contra del lector, una mezcla de El inmortal de Borges (o cualquier cuento del doble) y las versiones delirantes de Aira, con el plus del antisemitismo. Me pareció osado que un autor de Bestsellers escribiera una novela antisemita. Claro que el "prestigio" y el respaldo editorial del autor lo ayudaron.

El cortador de cañas, de Junichiro Tanizaki (5/5)
Relato de estilo clásico, superpone una historia dentro de otra. Cada una es metáfora de la otra: Un obsesionado por la literatura clásica (la literatura es un fantasma del pasado) se encuentra con una verdadera y misteriosa historia fantasmal que cuenta la perversión de un triángulo amoroso. Toda la historia está teñida por una sombría nostalgia por el Japón que seha perdido. Casi un tango nocturno japonés.

Verano, de JM Coetzee (3/5)
Mejor que Juventud, esta novela se basa en un procedimiento interesante: pensar una biografía desde la muerte, y es como si la biografía fueran los fragmentos muertos del Coetzee vivo, lo que dejó en el mundo. O, claro, una novela a medio armar, como si faltara pasarla en limpio. Por lo demás, es interesante la saña del libro hacia su autor. No hay nada más para decir.

Oscuramente fuerte es la vida, de Dal Masetto (1/5)
No me gustó, sinceramente. Creo que no sirve ni como novela histórica. La prosa no tiene nada especial, no hay ni una voz fuerte ni una ausencia de ella. La historia es un simple fresco de la Italia de Mussolini (el dictador Mussolini). No hay ni siquiera nostalgia, es una narración corriente, demasiado corriente. No entiendo cómo ganó dos premios.

Los sentidos del agua, de Juan Sasturain (2/5)
No es una gran novela. La historia es una intriga delirante de apócrifos y pensamientos sobre inodoros, folletines traducidos, planes de conquista franquista y guerrillera argentina, en fin, podría ser el argumento de una buena novela de Aira, pero no lo es. (Lo cual refuerza mi teoría de que la virtud de Aira no está en la novela sino en la prosa con la que escribe). Es interesante cierto pensamiento sobre la "inteligencia del agua", pero no es más que anecdótico. Las citas de la novela (de felisberto Hernandez o de Copi) le quedan grandes. Lo peor de todo es la prosa: ese "argentino canchero" (porteño canchero) que tanto odian los latinoamericanos, inclusive nosotros, los propios argentinos, que no sufrimos más que impotencias.

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